Rüdiger Hasse
Á nous les Fraises–

Á nous les fraises— Como se sabe, el hombrecillo se hirió cuando al recoger fresas se cayó de la escalera. No se sabe si ocurrió por torpeza o porque no resistió el peso de la fruta. En el trabajo de Döhne, no obstante, aún no está claro si su labor tendrá un desenlace más favorable. Sin embargo, se puede constatar la voluntad de conseguir un buen éxito como lo prueba este título que vacila entre impaciencia bruta y anhelo de vivir, un título que se puede traducir por la exclamación «¡Acá con las fresas!»

Aquí el arte ofrece mucho más que reclamar la satisfacción de un deseo no cumplido, lo que tampoco podría lograr en su condición de mero arte. Desde luego, lo que nos atrae reside ante todo en la experiencia de lo que la imagen fijada en el bloque de cera nos esconde. Esta omisión en la imagen, esta amputación artística por medio de un corte limpio, no es un secreteo para el ojo, no aspira al dudoso gozo de la renuncia. Lo que falta sería demasiado evidente para la mirada natural, como mera imagen sería demasiado banal y no causaría entusiasmo. Entonces, tiene que significar algo, algo que está más allá de la imagen, algo que, reforzado por el simple hecho de ocultarlo, no pueda poner límites a la imaginación. El arte siempre ha sido la escena colectiva en la cual se reúnen, no en vano y en innumerables variaciones, los deseos y la curiosidad de la vida.

Y aquí el arte tematiza la visión total: la hipertrofia de la significación que, como castigo por el sacrilegio del anhelo excesivo, puede fácilmente degenerar en vaguedad y estupefacción total. Pero en el trabajo de Döhne la metáfora profunda de la mera escena no tiene la última palabra. Con sutileza e inteligencia, la construcción de la escultura se le cruza en el camino. Al exponer esta semejanza, no sustrae nada de la avidez desmesurada, pero al mismo tiempo, en esta imitación logra establecer una decisiva diferencia formal: la escultura es una obra acabada, no es un fragmento, un recorte como lo es la imagen. La estrategia estética es la incorporación. El bloque de cera acoge la imagen en sí y le concede, como materia, el paso al espacio para cobrar de esta manera otra forma.

Jean Paul señaló el siguiente mecanismo: «Estamos llenos de sueños celestes que nos nutren —y cuando las delicias o la expectación de este sueño deleitoso se hacen demasiado grandes, nos pasa algo mejor que estar saturados— nos despertamos.» La sobria construcción de Döhne contiene en sí misma exactamente esta relación. Pero, desde luego, hay que leerla. Y entonces la imitadora incorporación de la imagen por la escultura redimirá la embriaguez anhelada de lo inconcebible y de la lejanía, que nos amenaza a caer en un hueco sin fondo; no realmente sino como una ilusión, pero de la misma manera como un sueño se vuelve verdad cuando nos despertamos.
Traducción del alemán al español: Klaus Jetz

de:
Catálogo
Sector 3,
Guanajuato 1998