José Ignacio Maldonado
Markus Döhne – El congelador
Markus Döhne, congelador— El sobrio y desquiciante trabajo de Markus Döhne contiene tal cantidad de elementos y procesos disonantes que se vuelve difícil abordarlo verbalmente, así que, puesto en la disyuntiva, he preferido iniciar comentando mi desconcierto.
De entrada, ruego no tomar a la ligera los calificativos que esgrimo: la obra es sobria porque presenta con frialdad sobrecogedora escenas de tal inquietud que nos vemos compelidos a considerar la mera selección de las tomas como una disección, como una autopsia; luego, es desquiciante no sólo en tanto saca de quicio al espectador, sino a la toma misma al modificar el encuadre,esto es, el umbral, el quicio original del disparo fotográfico.
Es ahora que intentaré la exégesis: Markus Döhne se ha dado a la tarea, no de analizar, ni de reusar, sino de retocar el subconsciente colectivo. ¡Así de fácil! Sus reproducciones fotográficas provienen de imágenes que, de uno u otro modo, ya nos pertenecen. Peor aún: imágenes históricas a las que nosotros ya pertenecemos,que nos han sido inoculadas como una herencia apropiadora, propietaria.
Veamos un ejemplo: Autorretrato del fotógrafo es una para mí hasta hoy desconocida fotografía que el Ché Guevara se tomó de sí mismo luego de modificar su apariencia con un rapado parcial y después de pasar inadvertidamente y con pasaporte falso por las aduanas de Bolivia. Aquellos que conozcan la fotografía de aquel pasaporte se verán desconcertados porque aquí,en la habitación del hotel, faltan los lentes de grueso armazón y sobra decisión en la mirada. Alguien me echó a perder la experiencia (como yo lo hago ahora con ustedes) develándome la identidad del autorretratado, pero estoy seguro de que, tarde o temprano, aun veinte años después, el enigma (que es lo que Markus crea y recrea: enigmas) se habría esclarecido por sí solo en mi memoria.
Repito: faltan los lentes, pero sobran indicaciones pasmosas: la mirada ya del lado del guerrero (y esto quiere decir, de la muerte), la luz intensísima del cigarro (que no cigarrillo), intencionalmente aspirado para la solemne y antisolemne ocasión, la sordidez clandestina de la toma, el dejo indiferente en los hombros y en el ángulo de disparo... et cétera.
Ahora bien, el trabajo de este enorme artista gráfico no puede ser confundido con ocurrencias anecdotarias, estoy muy lejos de desear sugerir semejante aberración. La mera selección de una toma intensa (e histórica, clínicamente subconsciente y colectiva) y su reencuadre, la reselección parcial de lo que dice, de lo latente, hace de cada imagen de Döhne algo nuevo pero aterradoramente conocido, un detonador de una memoria imposible, ajena, y, sin embargo, propia:paradoja, ni más ni menos. Las deconcertantes paradojas de Döhne.
Y lamento no alcanzar a comentar sus impresiones en parafina. Porque, sepan ustedes que ahí no hay papel, sólo parafina y pigmento serigrafiado. Pero ya ustedes apreciarán con inevitable asombro cómo semejante técnica congela a la vez pedazos ajenos de historia y nuestros corazones espectantes. Que sus vísceras lo disfruten.
Guanajuato, 3 de febrero de 1998
de:
Catálogo
Sector 3,
Guanajuato 1998